El síndrome de la vindicación
- Asher Intrater
- May 7, 2021
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A lo largo de muchos años hemos visto muchas situaciones donde los “mesiánicos” o “carismáticos” han causado daño o división al cuerpo del Mesías inflando problemas personales a dimensiones proféticas.
En el evangelio de Lucas, encontramos una situación donde Yeshúa estaba viajando a Jerusalén y los discípulos vieron que las personas de los pueblos samaritanos no recibieron a Yeshúa, y se ofendieron.
Lucas 9:53-55
Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén. Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de que espíritu sois.
La razón por la que los samaritanos no recibieron a Yeshúa en ese momento no fue tanto porque le rechazaron, sino porque Yeshúa tenía otro propósito en ese tiempo que los discípulos no comprendían.
I. Rechazo personal
Muchas veces cuando servimos al Señor nuestro ministerio no es recibido. En el contexto de la situación, nos sentimos rechazados. Sin embargo, es importante que no interpretemos cada situación como un rechazo personal. Un líder débil (como se muestra por los discípulos) se ofende personalmente por cada rechazo ministerial. El líder fuerte (como se demuestra por Yeshúa) quita importancia a la situación viendo el rechazo como algo no relevante a la tarea particular que Dios le ha dado en ese momento.
A veces, cuando parece que somos rechazados, es porque Dios tiene un propósito distinto en mente.
En este caso no fueron los discípulos quienes fueron rechazados, sino su líder. Los creyentes débiles se ofenden no solo cuando son rechazados, sino incluso cuando uno de los líderes a los que muestran fidelidad es rechazado. Se ofenden por el rechazo de un “tercer grupo”. A veces incluso encubrimos un rechazo personal tomando “una ofensa” por Yeshúa mismo o por el reino de Dios. Pero, en realidad, tan solo estamos respondiendo inmaduramente.
II. Indignación profética
A medida que tratamos de encubrir nuestros daños y enfado personales, a veces interpretamos nuestros sentimientos como si fueran fuego profético justo. Exigimos que se castigue a los pecadores que hay alrededor nuestro. Esto puede ser muy engañoso, en concreto cuando estamos respondiendo a algo que nos ha hecho daño. Podemos decir que esto es un engaño en vez de una verdadera indignación profética porque nuestras exigencias de justicia giran en torno al hecho de que las personas “me” han rechazado. Por lo tanto, necesitan arrepentirse. Han rechazado mi llamado. Rechazaron a Dios cuya mano está sobre mi ministerio.
No hay ninguna preocupación por los pobres o los débiles en este caso, sino solo una respuesta a mi propio rechazo que ahora está pintado en términos super espirituales. Decimos que estamos tratando de proteger a las ovejas débiles de nuestro alrededor. Pero esto es falso, porque lo que decimos que está dañando a las ovejas se reduce al hecho de que mi ministerio ha sido rechazado, y que me necesitan las ovejas débiles para protegerlas. En este caso los discípulos querían invocar fuego al estilo de Elías el profeta. (2 Reyes 1).
En este punto comenzamos a recibir todo tipo de profecías de “confirmación”. Estas profecías no proceden normalmente de las personas que tienen autoridad espiritual gobernante involucrada en este caso. A veces una verdadera palabra profética es interpretada y aplicada de manera incorrecta para justificar nuestra posición. Cualquier circunstancia se convierte en una confirmación. Llovió durante mi reunión, lo cual significa que el espíritu estaba siendo derramado. Estuvo nublado al día siguiente durante su reunión lo que significa que los cielos espirituales están oscurecidos y cerrados sobre ellos.
III. Venganza psíquica
En este punto Satánas comienza a trabajar en nuestra imaginación para hacer que todo sea desproporcionado. Las otras personas son demonizadas a nuestros ojos. Dondequiera que tengamos algún tipo de daño psicológico en nuestro carácter, los espíritus satánicos pueden aumentar esos rechazos personales a enormes dimensiones.
Después comenzamos a proferir profecías en las que Dios castigará a las otras personas. Esto no es realmente una profecía sino una manipulación psíquica. No nos damos cuenta que de manera subconsciente necesitamos que algo malo les pase a aquellos que nos rechazaron para “demostrar” que Dios está de nuestra parte. Esto es algo muy peligroso porque después actuamos para que se cumplan esas profecías destructivas.
Acabamos en una trampa demoníaca en la que usamos nuestra propia energía psíquica para traer una venganza espiritual sobre otros creyentes. Ello es equivalente a la brujería, y creemos que lo estamos haciendo para proteger el honor de Yeshúa. Nuestras acciones comienzan a socavar el ministerio de la otra persona en una especie de profecía autocumplida. Estamos heridos psicológicamente. Nuestra imaginación está inflamada. Estamos interpretando la situación “proféticamente”. Pero en realidad, estamos causando destrucción y división.
Irónicamente, esto puede ocurrir a menudo a personas que creen que tienen un llamado profético para llevar al arrepentimiento a otros miembros del cuerpo del Mesías. Los discípulos de Yeshúa en Lucas 9 pensaban que estaban exigiendo un arrepentimiento justo. Tenemos que tener cuidado de no caer en este ciclo peligroso y engañoso que comienza con un rechazo personal, es encubierto como una indignación profética, y acaba operando en venganza psíquica.