Harvest of Asher
Akko, Israel

En el mes pasado, el Espíritu de Dios dijo a mi espíritu que enfatizara el perdón, Dios perdonando al hombre y el hombre perdonando al hombre. Vivimos en un mundo en el que a la gente le resulta fácil ofender y sentirse ofendida. La razón es que se centran egoístamente en su propio dolor más que en el del prójimo.
Estamos en los últimos tiempos, y las Escrituras dicen que el tiempo antes de la venida de Yeshúa será una época de gran crisis. Cuando el hombre mira a sus propios desafíos y dolor con un espíritu no perdonador, trae muerte sobre sí mismo y aumenta la maldad. Debemos encontrarnos a nosotros mismos en Aquel que superó la ofensa, el miedo, el dolor y la ira: Yeshúa, quien lo llevó todo a la cruz, y dijo “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).
La cruz, el punto más bajo de la vida de Yeshúa fue el más alto para toda la humanidad. Me recuerda cómo Dios proveyó la serpiente de bronce para que el pueblo de Israel la mirara y se curara del veneno mortal (números 21). Abrió un camino entonces y ahora para librarnos del veneno de la falta de perdón y el resentimiento; mirando a Yeshúa, no a nuestro propio ego y orgullo.
Yeshua profetizó que sería “levantado” y ofrecería su vida en la cruz (Juan 3:14). Toda la humanidad ha de mirarle, la fuente de todo perdón. Incluso si el mundo se descontrola, cuando tengo a Yeshúa en mi corazón y me centro en su sacrificio, su punto más bajo, entonces, el lugar donde todo parece imposible, se convierte el lugar donde me dio el perdón. Allí estoy reconciliado con el Padre y el perdón fluye dentro de mí y hacia mi prójimo (2 Corintios 5:18).
Amados, este es nuestro tiempo para encontrar el perdón en Él. Seamos los sacerdotes que nos ha llamado a ser, intercediendo para que los ojos de la humanidad se vuelvan a Yeshúa. Estamos viviendo en tiempos en los que la maldad del mundo está aumentando, tiempos de gran inmoralidad, cuando lo malo parece bueno y lo bueno parece malo. Pero fortalécete en el conocimiento de que Yeshúa vino y que se nos ha dado gratuitamente el regalo del perdón para cubrir nuestros pecados: pasados, presentes y futuros.
Para perdonar a otra persona incondicionalmente no debemos esperar nada a cambio. Sus acciones quedan entre ellos y Dios. Solamente Dios puede ayudarnos a dejar de lado nuestro ego y buscar la liberación de la otra persona dejándola en sus manos (las de Dios), orando “Padre, perdónalos” refiriéndonos a aquellos que nos dañan/ofenden/irritan. No es algo fácil o natural, ¡pero es una gran clave para la vida!
“Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” (Colosenses 2:13-15)